lunes, 5 de abril de 2010

Ewa chce spac: Eva quiere dormir


Un sonido se oía distante; «a lo lejos alguien baila...a lo lejos» pensó entonces. El viejo y cercano teatro ubicado un par de cuadras más arriba estaba cerrado desde hace mucho tiempo; las lágrimas de otros jamás consiguieron ser borradas del todo, las grises sonrisas se quedaron plasmadas en las frías y sucias paredes colmadas del negro tizne fogoso de los leños gastados; del dulzón aroma a cigarrillos femeninos: rubor y cigarrillos...rubor y cigarrillos...tan sólo rubor y cigarrillos.
Se detuvo un momento el incesante murmullo del mundo externo hacia sus alejados paisajes misteriosos y demenciales...Un par de vueltas en el lecho y luego un vaivén de paralelismos inconexos que nunca logró descifrar. En la pared, la chillona máscara le anunciaba una perversa bufonada que parecía regalarle un reverencial y cruel final, al estilo de las tragedias griegas, y las modernas orquestas de cabaret barato.
El maullido en la ventana otra vez...
Recordaba cuánto la oyó gritar y suplicar aquella noche: tan sólo se trataba de una muchacha joven, ¿qué podía hacer ella, una niña a penas, para poder ayudarla? Eran muchos, quizás doce, y ella sólo una... «pude...pude haber corrido igual suerte», se repetía a modo de consuelo para espantar los fantasmas de su horrorosa cobardía. Pero nada ahuyentaba los espectros; ellos siempre estaban allí, siempre asechaban, nunca descansan, siempre despiertos, siempre alerta...siempre despiertos, siempre alerta...siempre despiertos, siempre alerta.
La colcha parecía escabullírsele entre la oscuridad. Movió su brazo, y cubrió su cabeza; una máscara de pálida porcelana coronada por un mar de hermosos y rebeldes cabellos oscuros; un tanto rizados, un tanto largos...olía a rosas...las velas, aquella noche...olían a rosas, sobre los candelabros cercanos al escenario, dispuestos por lo corredores y en su camerino...olía a rosas entonces, ahora lo recordaba. Olía a rosas.
Eva quiere dormir...Eva quiere dormir...
Somnolienta, una delicada y femenina figura se acerca al ventanal. La joven lleva puesta una bata de raso rojo, y sale al balcón, apoya su codo contra el barandal: sus ojos juveniles y ya cansados, tan oscuros, se posan en el infinito, un cigarrillo ocioso pende de su pálida mano. Tan inmaterial como el sueño de Morfeo, tan tenebrosa como la pesadilla de anoche...tan hermosa como la misma muerte.

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