viernes, 7 de mayo de 2010

A través de la eternidad


A través de la eternidad
La Belleza descubre Su forma exquisita
En la soledad de la nada;
coloca un espejo ante Su Rostro
y contempla Su propia belleza.
Él es el conocedor y lo conocido,
el observador y lo observado;
ningún ojo excepto el Suyo
ha observado este Universo.

Cada cualidad Suya encuentra una expresión:
la Eternidad se vuelve el verde campo de Tiempo y Espacio;
Amor, el jardín que da la vida, el jardín de este mundo.
Toda rama, hoja y fruto
revela un aspecto de su perfección:
los cipreses insinúan Su majestad,
las rosas dan nuevas de Su belleza.

Siempre que la Belleza mira,
el Amor también está allí;
siempre que la belleza muestre una mejilla sonrosada
el Amor enciende su fuego con esa llama.
Cuando la belleza mora en los oscuros vallecitos de la noche
el Amor viene y encuentra un corazón
enredado en los cabellos.
La Belleza y el Amor son cuerpo y alma.
La Belleza es la mina, el Amor, el diamante.

Juntos han estado
desde el principio de los tiempos,
lado a lado, paso a paso.


Deja tus preocupaciones
y ten un corazón completamente limpio,
como la superficie de un espejo
que no contiene imágenes.
Si quieres un espejo claro,
contémplate
y mira la verdad sin vergüenza,
reflejada por el espejo.
Si se puede pulir metal
hasta asemejarlo a un espejo,
¿qué pulido podría necesitar
el espejo del corazón?
entre el espejo y el corazón
ésta es la única diferencia:
el corazón oculta secretos,
pero el espejo no.


The Divani Shamsi Tabriz, XIII

Subway


Su mirada era pasiva, casi al extremo de la exasperación
dio un paso corto, pero volvió sobre sus talones;
él tan sólo le dirigió una afable sonrisa... las reservaciones ya estaban hechas
y la noche no podía tardar mucho en llegar.
La capa aún estaba suspendida en sus viriles y erguidos hombros,
la pulcra camisa de lino, ocultaba su brutal palidez cadavérica
pero a ella no le hubiere importado de todas formas...

Una amapola, y una rosa blanca...

lunes, 3 de mayo de 2010

Sobre el vampiro seductor de la triste figura...


¿Por qué renegaba de su esencia? Esa era la pregunta.
Elegante, de ojos claros, delgado, pálido y poseedor de una belleza casi insultante, sus definidos y prominentes pómulos siempre despertaban una especial atención en los que le veían. Un verdadero inmortal entre inmortales.
Él inició a varios de nosotros… a todos, en cierta forma. El padre de la estirpe vampírica fuma su cigarrillo, pasea por las oscuras callejas; pero ya no busca el cuello de una desprevenida doncella, o el de algún dosel (¿por qué no?) Tan sólo va por las ruidosas avenidas, enfundado aún en su sepulcral y riguroso negro, con aquel largo y mítico abrigo ceñiendo su talle, ora ondeando al viento, ora cayendo suave y elegantemente desde sus hombros erguidos... El vampiro ha salido de su campanario; tan sólo para ya no querer ser más un inmortal.
Estaba claro... el padre indiscutible (y el único), el vasallo de las tinieblas, el mítico heredero de Bela Lugosi ya no quería tener nada que ver con nosotros: sus hijos.
Quizás tan sólo era el hastío que muchos vemos con el correr de los años: viendo morir, viendo nacer… un ciclo en el cual somos marginados… eternamente condenados a una vida eternamente maldita (pero no por ello menos seductora, queridos míos) Tal vez el vampiro ya no podía cargar con más culpas; demasiadas vidas tomadas, y otras más por tomar aún: nunca a destiempo, nunca irrespetuoso. Sus víctimas siseaban su nombre en el frío de la noche… él aguardaba, sereno, como el atractivo caballero bajo el amparo de la noche plutónica luciferina. Nunca fue un pecado. O… quizás era otra cosa: ¿Sería a caso que Lestat había encontrado a su Rowan?...
No era nada de eso.
Madurez... ese era el término adecuado que vino por divina inspiración a mi mente. ¿Madurez?... Porqué no.
Nuestro vampiro quizás ya no quiso hacerse responsable de su obra… era un anhelo de libertad… un anhelo de independencia. Aunque sabía que no podía dejarnos… siempre estaríamos allí: bastardos amparados bajo las tinieblas; aguardando por una seña suya; una única nota; en re mayor o menor… o en la clave que fuese (aunque sea cierto que gustamos más de los desgarradores bajos…)
Con un rostro de penitente piadoso, se queda estático en aquella esquina. Lo miro y pienso que quizás, y sólo quizás, haya pensado en Marlene Dietrich como en sí mismo... su vida era un lugar común... la estrella más brillante del firmamento; hermosa, alta, regia y altiva… pero solitaria al fin y al cabo. Lo miro y no puedo evitar pensar en Cardenal y sus analogías ‘como un beso con los ojos cerrados […] que cuando se abren, se descubre que fue bajo los reflectores’… a su modo, quizás, también él vivió por nosotros, para nosotros… y me siento culpable por su triste silueta; responsable indirecto por la suerte de aquel caballero andante. Creo habérselo oído alguna vez; en algún punto, tan sólo hizo lo que creyó que iba de acuerdo con las exigencias de los suyos. Nosotros, de algún modo ya habíamos cubierto su tumba mientras él aún cantaba nuestros lúgubres himnos. Sí, digo nosotros, aunque personalmente no hubiese nacido a las tinieblas, ni a la luz tal vez... de alguna manera; también nosotros, los ausentes de aquel entonces, clavamos la estaca en su corazón.
¿Qué pasó entonces? Comprendió que no podía ser nuestro mártir. Que no podía vivir su no vida bajo nuestras ansiosas miradas. Quizás estuvimos bien en nuestro papel de espectadores mientras observábamos al muchacho andrógino que sobre los escenarios jugaba su rol de seductor incansable, insalvable e irresistible… aquel ente con el cual absolutamente ningún contacto personal puede resultar repulsivo (más menos como diría Armand de Lestat, si recordáis mejor que vuestro humilde servidor) Pero el tiempo pasó; y aquel muchacho buscó nuevos rumbos...
Nuevos horizontes...
¿Por qué no lo dejamos ir, entonces? Un brutal egoísmo de nuestra parte es querer aferrárnos a su abrigo y estar dispuestos incluso a arrodillarnos, llorosos y suplicar su regreso (sabemos que muchos lo haríamos, seamos sinceros) Pero, por otra parte, queridos míos, si hay algo que nos ha legado nuestro buen Lestat es una valiosa lección: el amor es sacrificio. ¿No sacrificó a caso su propio amor Lestat al dejar ir a su amada Rowan?... claro que sí. Él la amaba, y por ella hizo aquel magnífico acto de redención. Un amor incondicional; un amor más allá del tiempo, sin medidas, sin restricciones, sin nombres, sin edades… sin épocas. Un atemporal sentimiento que lo consume todo, que lo ahoga todo… quizás los griegos, adivinando esto, fue que sacralizaron el fuego; el fuego hace que las cosas renazcan; el amor incinera todo…renueva todo. No trata del sol… no trata de muerte, trata de un avance… un ‘más-allá’ como el décimo arcano del tarot; la rueda. Así vemos como nuestro Ermitaño da un paso más allá...
Me cuesta creer que se me haya hecho tan tarde ya. Así, mientras le doy una última mirada, y lo dejo, con una sonrisa en los labios, recuerdo unas sencillas líneas de García Lorca:

“El jovencito se olvidaba.
Eran las diez de la mañana.
Su corazón se iba llenando
de alas rotas y flores de trapo.
Notó que ya no le quedaba
en la boca más que una palabra.
Y al quitarse los guantes, caía,
de sus manos, suave ceniza.
Por el balcón se veía una torre.
El se sintió balcón y torre.
Vio, sin duda, como le miraba
el reloj detenido en su caja.
Vio su sombra tendida y quieta
en el blanco diván de seda.
Y el joven rígido, geométrico,
con un hacha rompió el espejo.
Al romperlo, un gran chorro de sombra
inundo la quimérica alcoba.”


Adiós mi buen Peter, hasta siempre…

viernes, 30 de abril de 2010

The boy you loved is the man that you fear


Hay tantas cosas que quisiera hacerte en este momento… y sin embargo, ninguna llega a ser tan sexual como piensas, mientras me miras con un dejo de lascivia.
Que estoy muy cambiado, es cierto querida, te lo concedo. Atrás quedó la vacía y simplona careta del buen cristiano, como deseaba mamá, como esperaba papá. Tan casto como el más frustrado de los obispos, asentí cada vez con una expresión de sumisión total, en tanto que planeaba la caída de los imperios, viendo rodar cabezas por negros y profundos acantilados de hielo y fuego.
¿Si quisiera tomarte?... pues, en realidad no. Sería quizás muy simple, tan sólo un leve forcejeo, unos cuantos besos vacíos, labial en mi camisa y tus gemidos. Memoricé la escena desde la primera vez que me vi reflejado en tus ojos. Tanta banalidad me tiene impresionado, y a la vez, sin cuidado.
“Demasiado guapo para llevar encima esos andrajos.” Piensas entonces al verme aparecer vestido como el más imperfecto hombre de bien, como el más perfecto pordiosero que se haya visto jamás. Quizás antes solía ir de seda y rubíes, y ahora mis ropajes no son más que jirones a punto de desvanecerse... tristes telas descoloridas y desoladas. Cariño, no me importa que me vean como un pobre diablo, después de todo, en realidad sólo yo sé la verdad de mi propia vida.
Y cuando me paso largo rato contemplando los cuervos, no temo ser tomado por un imbécil, sabiendo que imbécil tan sólo es aquel que así me piensa.
No temo ser tomado por loco cuando sé que he de ser el más cuerdo.
Seré el loco entre los cuerdos, seré el pobre diablo entre los ricos, seré la triste imagen de la tristeza misma, seré el melancólico emisario de Dios... y cuando ya nada sospechen, cuando ya sean míos... sabrán entonces que soy el emisario del mismísimo diablo.

In the Night


...Tengo hoy la Muerte frente a mí
como la convalecencia ante un enfermo,
como entrar a un jardín después del lecho.
Tengo hoy la Muerte frente a mí
como la dulce fragancia del beleño,
cual bogar a la vela en un día de viento.
Tengo hoy la Muerte frente a mí
como perfume de lotos abiertos,
cual el vaso de agua que calma al sediento.
Tengo hoy la Muerte frente a mí
como el fluir del arroyuelo lento,
como el regreso del marino al puerto.
Tengo hoy la Muerte frente a mí
como la niebla que se va del cielo,
cual rica presa al cazador experto.
Tengo hoy la Muerte frente a mí
como el paisaje del nativo pueblo
para el hombre que estuvo prisionero
y que retorna al fin a su nativo suelo...


(extracto de un poema egipcio de la época faraónica)

domingo, 25 de abril de 2010

Who Killed Mr Moonlight?



Un triste aullido a la luna
rayos desgarrados, regados por el inocuo suelo que lo vio nacer
la luz no guiría sus pasos;
eso dijo ella.
Tan sólo encendió un cigarrillo
y pasó de largo
con sus ojos grises
y esa vieja mirada anhelante
cansada...
resistiéndose a todo
a todos...

Una sincera falacia salió desde sus labios.
La habría dejado si hubiese podido
pero no...
sus manos estaban atadas
su cuerpo estaba atorado en aquella mente
en aquel corazón...
y ella era tan frágil
tan pequeña
tan ilusa, quizás...
tan
mortal.

Lágrimas a medias...
un soplo acabó la fiesta
las velas se apagaron
pero no había un pastel de cumpleaños...

The Sanity Assassin


Preguntó si estaba seguro de todo...
No, lo estaba… Pero eso qué importaba ya.
Viviendo entre cínicos, aprendes cómo convertirte en uno con impresionante facilidad. Mirando aquellos mortales, ir y volver… ya nadie se queda por mucho tiempo, ¿saben?, menos aún un ‘para siempre’.
Ese era el inicio de un fin anunciado en el prefacio... Ella jamás leyó la introducción; sólo echó un rápido vistazo y fue directo al primer encuentro; en dónde él habló con oscuras palabras, y una seductora mirada de absoluta indiferencia. No, ella no reparó en las previas advertencias de aquel autor… el tiempo apremiaba, así que se dirigió con presteza a la parte en que él rasgaba su cuello; de derecha a izquierda, ¿o a caso era de arriba a bajo?... Sólo recordaba que había sido con dulzura y amabilidad.
Mis azules ojos se clavaron en los suyos: dos añorantes esferas color miel. Sus labios ligeramente separados; listos para una sonrisa… o un sollozo. Los míos, deformados por un sarcástico y burlesco rictus.
Pero ya había soñado con aquel cementerio antes. Era un escenario recurrente… las mismas lápidas, el mismo árbol… y aquella enrojecida luna manchada de sangre. No pudo haber una vuelta atrás mientras aún recordase aquel sueño… y vaya sí podía recordarlo.
Insistió nuevamente. Aún podía salvarse… salvarme… ¿salvarnos, a caso?
Pero no… Mr. Moonlight yacía muerto ya desde hace siglos atrás. Nadie le extrañaba mucho... Nadie me extrañaría a mí tampoco...
Era tan fácil amarla... era verdaderamente simple. Una frágil imagen de antaño... La había asesinado ya…antes, cuando el tiempo aún no era tiempo; cuando ella aún no había dado siquiera su primer respiro.
Esta vez la historia tendría un final distinto.
De pie, ante una vidriosa mirada, lancé mis estoques finales. Ya no hacía falta mucho esfuerzo para ponerla fuera de combate... Una virtual guerra que tan sólo se librara dentro de mí mismo: maldito y condenado espectador pasivo de una vida más que inservible.

Una última mentira piadosa... mi propio corazón mutilado