viernes, 30 de abril de 2010

The boy you loved is the man that you fear


Hay tantas cosas que quisiera hacerte en este momento… y sin embargo, ninguna llega a ser tan sexual como piensas, mientras me miras con un dejo de lascivia.
Que estoy muy cambiado, es cierto querida, te lo concedo. Atrás quedó la vacía y simplona careta del buen cristiano, como deseaba mamá, como esperaba papá. Tan casto como el más frustrado de los obispos, asentí cada vez con una expresión de sumisión total, en tanto que planeaba la caída de los imperios, viendo rodar cabezas por negros y profundos acantilados de hielo y fuego.
¿Si quisiera tomarte?... pues, en realidad no. Sería quizás muy simple, tan sólo un leve forcejeo, unos cuantos besos vacíos, labial en mi camisa y tus gemidos. Memoricé la escena desde la primera vez que me vi reflejado en tus ojos. Tanta banalidad me tiene impresionado, y a la vez, sin cuidado.
“Demasiado guapo para llevar encima esos andrajos.” Piensas entonces al verme aparecer vestido como el más imperfecto hombre de bien, como el más perfecto pordiosero que se haya visto jamás. Quizás antes solía ir de seda y rubíes, y ahora mis ropajes no son más que jirones a punto de desvanecerse... tristes telas descoloridas y desoladas. Cariño, no me importa que me vean como un pobre diablo, después de todo, en realidad sólo yo sé la verdad de mi propia vida.
Y cuando me paso largo rato contemplando los cuervos, no temo ser tomado por un imbécil, sabiendo que imbécil tan sólo es aquel que así me piensa.
No temo ser tomado por loco cuando sé que he de ser el más cuerdo.
Seré el loco entre los cuerdos, seré el pobre diablo entre los ricos, seré la triste imagen de la tristeza misma, seré el melancólico emisario de Dios... y cuando ya nada sospechen, cuando ya sean míos... sabrán entonces que soy el emisario del mismísimo diablo.

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